Hace unos meses vi por televisión un documental sobre
Australia. En un momento aparece la imagen de un campo de golf muy verde y cuidado y
allí, completamente adaptados, canguros que juegan con una torpeza encantadora.
Me quedé mirando –sin dejar de sonreír– aquel
espectáculo, mitad urbano, mitad salvaje, mientras pensaba que esos animales eran
felices.
Con el paso de los días, me encontré
pensando en que hay una conexión entre esa felicidad animal y la experiencia de
la creación: lo que las une es lo extraordinario. Creo que ambos sucesos,
la felicidad de un animal y la creación poética, por ejemplo, son hechos fuera
de lo común. Son experiencias que carecen de paralelos. Es por eso que en la poesía soy tan feliz como un
canguro en un campo de golf.
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