Hace
algún tiempo
fuimos todas las películas de amor
mundiales
todos los árboles del infierno.
Viajábamos en trenes que unían nuestros
cuerpos
a la velocidad del deseo.
Como siempre, la lluvia caía en todas
partes.
Hoy nos encontramos en la calle.
Ella estaba con su marido y su hijo;
éramos el gran anacronismo del amor,
la parte pendiente de un montaje absurdo.
Parece una ley: todo lo que se pudre forma
una familia.
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