Como un edificio que se viene a
pique. El derrumbe de la certeza del yo. No hay tal cosa. Una cabeza sin
universo personal. En su lugar algo como la duda, una incógnita arrastrada por
un océano agitado. Y la melancolía en todo. Ella es la madre. De allí el origen
de la vida interior. Y el silencio. Porque la escritura no es más que una
superficie desordenada y resbalosa. El orden está en la naturaleza y también el
alivio. El valor de mi vida humana se comprueba ante la armonía del río que
corre por su cauce, la vida está ahí, en la conexión con la tierra.
dibujo: Ana Sender