Una
navidad de 39 grados
te
trajo a mi casa
yo miraba
un
documental sobre Napoleón
empezaste
a hablar de esa mujer
y hablaste
tanto que
por un
momento pensé
que me
asfixiaba.
No te
conocía
pero me
pareciste desorientado
igual
que yo
dejamos
de ser compañeros de la facultad
y
pasamos a ser algo
que
nunca dejó de ser extraño.
De a
poco
te
fuiste acostumbrando a mí,
tu
inteligencia
como
una enfermedad exhibicionista
hacía
aparecer
el
inestable relieve de las cosas
yo me
dejaba arrastrar por una corriente invisible.
Tenías
miedo de perder la juventud,
de
conocerle la cara al fracaso.
Al
final
fuimos
como dos leprosos
habitamos
la villa de nuestras miserias
y nos
comimos la piel.
Ahora
en esa
que era tu casa
sé que
dejaste a Perrín
atado
en la terraza
junto
a la soga de ropa
que
cuelga
movida
por el viento.
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