Estoy en casa, el lugar en donde
más me gusta estar. No fue fácil llegar hasta aquí pero me siento al fin en
casa. He dejado reposar mi corazón como se reposa después de un largo viaje.
He llegado a casa. Desnudo mi
cuerpo de mujer y lo contemplo largamente. He podido reconocerme en él, vivir
en él, disfrutar con él; mi cuerpo, ese que fue mi primer hogar, y sin embargo jamás
nadie se tomó el tiempo en darme esa valiosa lección.
Muchas veces el amor que le
profeso a mi casa me hizo sentir culpa, porque hay que hacer una vida afuera,
porque el encierro no es bueno para mi inestabilidad emocional, porque se hace
dinero fuera de la casa y miles de razones más; hoy este momentáneo desempleo
me ha hecho volver a mi casa y a la escritura, mi segunda casa.
En la casa de mis padres yo
encontré cómo esconderme de ellos; mis libros fueron pocos pero bastaron para
salvarme y empezar a ocultarme, escucharme, pensarme: una hija introvertida,
emocional, que escribía poemas. Nunca dejé de habitar la poesía.
Hoy la vida me gratifica con mi
casa, mi cuerpo, mi poesía.
Estoy en casa, el lugar en donde
más me gusta estar.
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