Hace millones de años
llegó en los tiempos del desorden
en aquel tiempo
donde el ojo ciego se fijaba a la ventana
un río
que al principio fue
una gran mancha sobre la tierra.
Desde los techos de nuestras casas
vimos el agua
la vimos venir nocturna
cubierta por el arrugado tul del alumbrado público:
una novia hundida en sueños de paciencia y esperanza
que escupía hacia nosotros
todo lo que había arrancado de su lugar
mientras los sonidos de su boca
perturbaron la calma de los perros
que ladraron hasta que la creciente se los tragó.
Las cosas se hundían y volvían a salir a flote
la fuerza del agua nos hipnotizó
y la espera en los techos
se hizo cada vez más callada.
Uno de nosotros suspiró
se podían escuchar
el griterío de los pájaros
y las instrucciones de un hombre de familia.
Todos los días luchamos contra el horror.
El agua negra
dejó ver los ataúdes flotando y chocándose entre sí
el agua trepaba por la iglesia del cementerio.
Mi hermana lloró
imaginamos a papá rescatando electrodomésticos
y al primo Mario con la guitarra encima
yo miraba la lucecita roja de los porros.
La casa de Sabino y mamá
sabían lo corta que es la vida.
Después vimos una pantera acostada
sobre bolsas de arena.
Mamá se había sentado con las piernas colgando
y miraba fijo el borde
la creciente nos atornilló a los techos
igual que el aburrimiento.
Todos los días
luchamos contra el horror.